
En mi posición de miembro activo del entorno educativo, de profesional del mismo, me encuentro con un bombardeo constante de necesidad de cambio por todo tipo de entornos, educativos o no: la educación debe introducir las tecnologías, la información y formación online, los medios audiovisuales, etc. Hace unos escasos dos meses asistí a un evento (denominado Expocampus) en el cual ciertas entidades realizaron ponencias sobre e-learning, encabezados porEduardo Punset. La segunda ponencia, a cargo de Enrique Dans, comenzó con él mismo poniendo el grito en el cielo por la prohibición del uso de teléfonos móviles en las aulas de Galicia, argumentando que dicho trámite escinde el entorno educativo de la realidad social. Afirmaciones como éstas se suceden todos los días y dejan claro que es necesario, efectivamente, replantear cómo hacemos que la escuela sea un entorno más del siglo XXI y no se transforme en una ruina del pasado.
Está claro que nos encontramos frente a una época de enorme cambio, quizá se pueda llegar a argumentar que es el periodo con más velocidad en el proceso de cambio de la historia de nuestra especie. Ciertos entornos sociales no están sabiendo entender ese cambio al ritmo adecuado y se están quedando desubicados, entornos como el periodismo, la política y, como no, la educación. Ésta última ha adquirido una inercia muy grande de repetición de un sistema supuestamente válido y, al menos en España, no está sabiendo reorganizarse y adaptarse al nuevo periodo histórico que nos envuelve.
Pero el reto verdadero no es comenzar el cambio, es dirigirlo por la senda correcta. Todos los años debato en mis clases con mis alumnos sobre la siguiente pregunta : ¿está la raza humana dando pasos hacia atrás en su evolución?. Los medios tecnológicos pueden estar dando lugar a una sociedad menos capaz que la que formaban sus antecesores, y es un tema digno de ser analizado. Un alumno dijo algo realmente brillante: “está claro que hay un cambio, y la historia está plagada de cambios, frente a los mismos el ser humano tiene que someterse a un proceso de adaptación al cambio como siempre ha hecho”. La pregunta que yo le hice posteriormente tenía la siguiente esencia: ¿qué ocurre si sabemos que el cambio es a peor y tenemos la capacidad de evitarlo?, ¿debemos esperar que suceda o luchar por que no se produzca?.

La realidad es que podríamos filosofar mucho sobre todo ello, pero el cambio está sucediendo y mientras tanto nos vamos encontrando con cientos de problemas a resolver. El primero, y para mí muy importante, es una gran pérdida de habilidades en las nuevas generaciones (que seguramente conlleven la aparición de muchas otras habilidades aún no tangibles), lo cual es un perjuicio a la hora de adaptarse a un sistema educativo algo añejo y suele desembocar en cierto grado de fracaso escolar. Un claro ejemplo es una grandísima pérdida de capacidad de comprensión lectora derivada del ocio más enfocado a los medios audiovisuales (videoconsolas, televisión, smartphones...). Las generaciones anteriores tenían que acceder a la información de una forma más compleja (generalmente a través de medios escritos) y ello derivaba en desarrollar unas capacidades de comprensión frente a los textos que hoy en día están viéndose muy mermadas.
Muchos expertos dirán que la pérdida de dicha habilidad es un deje de la sociedad que vamos a tener, en la cual no tendrá valor la comprensión lectora, y que a su vez se desarrollan habilidades con verdadera importancia en el futuro (comunicación por nuevos medios, por ejemplo). No opino igual, creo que el verdadero reto no es adaptarse al cambio sino saber producir el cambio, ser protagonista del mismo. El futuro educativo es para aquellos que sepan introducir la sociedad que estamos creando en el sistema escolar por medio de métodos de enseñanza y aprendizaje que no vayan en detrimento del desarrollo de habilidades que mejoran sustancialmente las capacidades de una persona. Leer y escribir es un medio para desarrollar a muchos niveles nuestro intelecto y, si son sustituidos (parcial o totalmente), debe ser con conciencia de generar un nuevo sistema de aprendizaje que mejore lo ya conseguido y no lo fulmine.

Hay que cambiar el chip, no cabe duda, noticias tales como Finlandia eliminando la caligrafía simplificada de sus aulas frente a la mecanografía y caligrafía tipo imprenta, o Reino Unido implantando el estudio de programación en sus institutos lo confirman. Pero, repito, el reto no es cambiar el sistema, es producir el cambio. Y, como docente, he de decir que tanto yo como todo aquel miembro que se encuentre en esa situación debería estar feliz y motivado frente a dicho reto. Es hermoso poder trabajar para producir ese cambio, para ser la consecuencia de una mejora. Os animo a ello, produzcamos el cambio y no dejemos que el cambio fluya a su antojo, tenemos las herramientas y somos quienes educamos a la sociedad del futuro, hagamos que esa sociedad sea digna de lo que esperamos