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Errando en los diagnósticos...

1/26/2015

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Hoy he leído una buena entrevista en el diario El País. Habla sobre el incremento del uso de medicamentos para tratar problemas que siempre han existido y de la forma en que manipulamos estados físicos normales y naturales para tildarlos de anormales. En el ámbito escolar este asunto cobra una relevancia especialmente triste, ya no existen estudiantes vagos o simplemente mal atendidos y con hogares desestructurados, ahora todo tiene un nombre. Déficit de atención, hiperactividad, fobia social, depresión...
Tengo una opinión muy clara de todo esto, y está construida desde la base del problema. El cerebro es una parte mas del cuerpo humano, y todas las partes del cuerpo humano responden a su uso y la manera en que las utilizamos potencia la manera en que nos sirven. Creo, como persona que ama y practica el deporte, que hay mucho que aprender de la manera en la que el cuerpo afronta la exigencia de una actividad física.
En la actividad deportiva, el rendimiento (en un porcentaje altísimo) depende directamente del esfuerzo continuado con que nos preparamos. Para obtener resultados hay que trabajar duro y dilatar ese esfuerzo en el tiempo, el cuerpo no es una máquina que se pueda reprogramar y ofrezca un cambio inmediato en sus acciones y habilidades, hay que entrenarlo, trabajarlo y orientarlo a nuevos retos. Un adolescente sedentario de 16 años que no ha practicado nunca una actividad física no será capaz de golpe de entrar en la dinámica de un grupo competitivo sea cual sea la modalidad deportiva, cualquier persona lógica determinará que hace falta un plan de acción, una puesta a punto, una secuencia que incremente gradualmente la manera en que el adolescente conoce y se acomoda en nuevas sensaciones como la fatiga, el cansancio, el dolor físico... Nadie diría que dicho adolescente tiene que medicarse para incrementar su rendimiento y rebajar su adaptación, no parece (ni es) sano. De hecho, en el ámbito deportivo esta práctica es tildada poco menos que de “demoniaca”. El tan actual doping es una lacra que arroja sombras en un ámbito que se vende noble, con una cultura que potencia la superación y el esfuerzo por encima de todas las cosas.
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Y yo me pregunto, ¿por qué cambian tanto los enfoques cuando lo que entrenamos es el cerebro?. No le veo ningún sentido. Así como el cuerpo necesita una continuidad, el cerebro requiere la misma constancia, y de no ser así sus capacidades van contrayéndose. Las capacidades humanas tienen unos grandes índices de dilatación. Somos capaces, con la planificación adecuada, de mejorar (y mucho) nuestras capacidades en muchos ámbitos, pero también es cierto que la fatiga (término que en ingeniería se usa para definir una rotura por tensiones que no deberían romper un material) tiene una consecuencia, y puede ser muy negativa. En el deporte aparecen las lesiones, que en ocasiones se proyectan en el tiempo durante toda nuestra vida. Cualquier experto en planificación deportiva comentará la necesidad de un esfuerzo gradual y planificado para conseguir un fin. En la actividad mental sucede exactamente lo mismo. Un niño, desde su nacimiento, comienza una etapa continua de crecimiento cerebral en términos de habilidades, cada día es un nuevo reto y cada día que facilitamos el reto minimizamos el éxito.

Es un defecto social muy grave tildar de enfermedad un déficit de entrenamiento. En el ámbito deportivo a nadie se le ocurre decir que una persona sedentaria tiene un problema físico por no poder correr cinco kilómetros, y menos aún se trata de solucionar con medicamentos. En cambio en el ámbito mental todo aquello que crea una diferenciación tiende a ser diagnosticado, ya sea una depresión por un trauma en nuestro día a día, ya sea una dificultad de acceso a una materia por años de mal enfoque estudiantil o una dificultad de escritura por un defecto de uso de las habilidades necesarias.
Todo esto no quiere decir que no haya gente con problemas, por supuesto que las hay, y ellas son las que mas sufren la canalización del diagnóstico. El enfoque actual es totalmente incorrecto, no se debe buscar cómo solucionar el problema cuando ya es un hecho, sino que tiene que existir una línea de trabajo preventiva. Deberíamos partir de un replanteamiento del crecimiento de un niño, buscando qué actividades provocan el desarrollo mental adecuado (dando una continuidad en términos de esfuerzo) y cómo afrontamos su día a día para que cuando la exigencia sea grande su capacidad de respuesta tenga la misma magnitud. Hay que educar a las familias para escindirse de malas prácticas, pues cuando el daño se produce puede ser tarde para ponerle solución. Así mismo, se tendría que trabajar en una solución del problema (una vez aparece) de forma mas natural, reintegrando y reentrenando al estudiante para ir mejorando sus capacidades y aproximarlas a las necesarias.
De una forma paralela sería muy importante trabajar en un sistema educativo que llegue a mas áreas de capacidad y consiga involucrar mas perfiles o, al menos, que tenga un lugar para aquellos que por cualquier causa no puedan afrontar el esfuerzo que supone un ciclo superior formativo (bachillerato, una carrera universitaria) dándoles la posibilidad de sentirse realizados y volver a la sociedad para ser y creerse útiles.
Como dice la entrevista (que a continuación enlazo) de todos estos planteamientos erróneos se beneficia mucha gente y, una vez mas, demostramos lo lejos que estamos de ser esos seres mentalmente evolucionados que velan por la pervivencia de su especie mejorando día a día el término “humanidad”.
Artículo del diario "El País", edición del viernes 24 de octubre de 2014:
Convertimos problemas cotidianos en trastornos mentales.
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