Llevo unos días dándole vueltas a una frase que me dijo un profesor hace unas semanas:
“No me gustan los libros de texto, pero menos mal que existen”.
“No me gustan los libros de texto, pero menos mal que existen”.
Digamos que está descontextualizada, para entenderla hace falta enmarcarla en una crítica a la innovación sin cabeza, a esa tendencia de tener que cambiar todo a cualquier precio...
La realidad es que estoy más o menos de acuerdo en su esencia, es cierto que hay que innovar y actualizar el sistema, pero muchas veces nos olvidamos de que no hay nada más básico en todo sistema educativo que el educador. No hay sistema malo en manos de un buen educador y todo sistema puede ser un fracaso en manos de la persona inadecuada.
Por ello voy a hacer un ejercicio de imaginación y voy a enumerar algunos aspectos claves que a mi gusto definen a un docente ideal.
Controla las emociones
La cúspide de mis atributos del súper docente sería el conocimiento de las relaciones humanas, cómo funcionan nuestras interacciones de ser a ser. No tengo ninguna duda que desde el conocimiento y cierto dominio de las emociones se puede construir con cimientos mucho más consolidados. Al fin y al cabo, educar parte de emocionar.
Motivador
Se revela importante aquella característica humana que permite al individuo motivar, emocionar y transmitir fe en una idea.
Camaleónico
No hay píldoras educativas, ningún sistema o metodología es siempre válida, hay que ser versátil, cambiar de color en un nuevo entorno, aunque no para camuflarse sino para hacerse muy visible, para ser un claro foco de atención, para saber encontrar ese punto en el que el alumnado pueda depositar confianza.
Sincero
No veo nada más que cosas positivas en tratar a un alumno con la sinceridad con la que tratas a cualquier persona. No pasa nada por reconocer errores, por trasladar una respuesta al momento en el que de verdad puedas responderla, por reconocer un mal día. El alumno sabe valorar estas cosas, al fin y al cabo es un ser humano.
Justo
No hablamos de esa justicia que evalúa inmisericordiosamente a todo alumno con el fin de estandarizar un aprendizaje. Justo como aquel que es capaz de premiar un esfuerzo aun a costa del propio sistema, justo como aquel que es capaz de saltarse a la torera lo establecido para humanizar un acto puramente deshumanizado, cueste lo que cueste. Justo con la identidad humana.
Alegre
Sólo desde la felicidad se puede construir felicidad, y si un entorno de aprendizaje no tiene el atributo de felicidad... ¿quién querría aprender allí?. No os confundáis, no hablamos de risas y carcajadas, hablamos de una pequeña madriguera donde alumnos y docente se encuentren a gusto, fluyan, crezcan desde su aprobación mutua...
Tenaz
No se rinde, no tira la toalla, cada “no” es una nueva oportunidad de conseguir un “sí”. No pierde la compostura y entiende que cada error necesita un replanteamiento para convertirse en acierto.
Curioso
Aprender es un camino maravilloso, aunque a veces lo llenemos de ortigas. Un docente entusiasmado será capaz de encontrar esas grandes experiencias que puedan nutrir a su ávido grupo de alumnos.
Humano
No concibo una educación en la que el docente y el alumno no sean dos seres humanos, en diferentes etapas, sí, pero con mucho que aportarse el uno al otro. Y para que dos seres humanos se aporten, deben ser seres, y deben ser humanos. Como adultos y docentes debemos ser seres humanos y debemos tratar que otros seres también sean humanos.
Crítico
Crítico con su poder para cambiar el mundo, con su posición de agente de cambio. Crítico hacia su ombligo, hacia lo que hace mal y hacia lo que hace bien.
Creo que no destaparía muchas más esencias, el resto de cosas necesarias son una consecuencia de las anteriores: dominar el temario, saber enseñar un conocimiento, generar entornos de aprendizaje válidos para un fin, nutrir de experiencias, responder a la inquietud del que quiere aprender... Todo ello empieza a parecer un fin en sí mismo, pero las personas que se esfuercen en los puntos anteriores acabarán generando ese entorno innovador de forma innata.
Pequeñas reflexiones de un martes por la noche...