El acotar la funcionalidad de una persona y cultivar conocimientos muy concretos (pensando que ahí tendrá su campo de actuación) no es mas que reducir sus posibilidades en la vida, marcarla para siempre.

Como ya he dicho en entradas anteriores cuando somos adultos, con la motivación propia, el conocimiento se adquiere con relativa facilidad. Lo que no es fácil de adquirir son los mecanismos que nos acercan al mismo, esas herramientas que nos permiten crecer hasta los límites que queramos ponernos. No veo porqué no se puede creer en un sistema educativo basado en fomentar el interés, las ganas de aprender y la autosuficiencia frente a uno que trata de memorizar y procesar datos y datos para llegar a una meta. Una meta... a veces nos olvidamos que una meta es el final de un camino, y que en casi todos los ámbitos de la vida no te entrenas para la meta, sino para el camino. Es importante entender que el camino de la educación es parte importante y vital en la vida de un niño, ellos tienen ansia y avidez por recorrerlo, es innato que quieran preguntar, que quieran saber, que quieran aprender, no tenemos que convertir ese proceso en una rutina que sólo nos lleve a una meta concreta.
Desde que empieza el periplo escolar de un niño se establece como rutina el ir marcando su meta, su destino. Se van estableciendo campos donde el niño se desenvuelve correctamente y destrezas que domina, desde ellos se motiva a las familias para que crezca y encuentre su sitio en el puzzle social al que tendrá que lanzarse mas allá de sus estudios, creyendo que ahí tendrá su hueco. El problema surge cuando descubrimos que el puzzle es cambiante, lo que antes era un hueco ahora no lo es y se abren otros en los que con nuestras habilidades no encajamos. Existe un claro riesgo de quedarse sin sitio en dicho puzzle, de ser una pieza huérfana, desvalida.
Pensemos en aquel corredor que sólo se esfuerza para terminar la carrera, que quiere llegar a la meta cuanto antes. Su vida como atleta será corta, no tiene sentido enfrascarte en algo y sólo tener ganas de terminarlo cada vez que lo empiezas. Hay que disfrutar el proceso, el camino, el entrenamiento, cada una de sus etapas. Así, la gloria de terminarlo de verdad cobra sentido, es más, al terminarlo sólo querremos proyectar lo aprendido en nuevos retos, carreras mas largas, entrenamientos mas completos...
En ese camino, en términos educativos, es vital sembrar semillas muy diversas, el alumno debe descubrir sus puntos fuertes, pero aun mas importante es que trabaje sus puntos débiles, que los conozca y que le sean afines, que no se enfrente a ellos con dolor o miedo, que los haga suyos, que crezca con ellos. Hay que motivar el interés, construir capacidades muy diversas, dejar que cada niño sea una pieza del puzzle, sí, pero una pieza cambiante, que pueda adaptarse, que pueda hacer suyo el sitio, que tenga la capacidad de llegar y quedarse allá dónde vaya, creciendo, aprendiendo, teniendo la capacidad de adaptarse al hueco y de adaptarlo a sí mismo.
Sólo desde la idea de generar muchas habilidades en nuestros alumnos y olvidarnos del mero propósito de llegar a la meta podemos conseguir generaciones preparadas para desarrollar diversos papeles. Siendo meramente prácticos es un gran desgaste social acometer la labor de encajar personas que no son multifuncionales y que tampoco tienen capacidad de desarrollarse y crecer en nuevas áreas fácilmente.
Debemos crear ilusión en nuestros alumnos por los retos, sean del ámbito que sean, por mejorar sus múltiples habilidades, por crecer en muchos campos, por construir muchos mecanismos propios. Con todo ello el conocimiento será de fácil acceso y cada uno sabrá en el futuro encontrar su sitio desde la posibilidad de elegir entre muchos huecos.